jueves, noviembre 18

Ayer vi un niña en la playa. Llevaba unas katiuskas de esas que tanto me gustan, con colores vivos y un cordón justo por debajo de la rodilla. No paraba de correr, saltar, hacer una poza de agua salada... cosas de niños vamos. Me parecía realmente graciosa la forma en la que sus rizitos del color del más amarago chocolate caían por su blanca cara cuando inclinaba la cabeza para pensar. Parecía pensar únicamente en cómo hallar la forma exacta que debía tener su piscina de arena para que no se derrumbase cuando llegaran las olas. 
Y yo estaba allí, apoyada en la barandilla del paseo marítimo, viendo cómo pensaba. Asique eso mismo hice yo, me puse a pensar. Pensé en si aquéllo fuese la vida, darle vueltas a la cabeza sobre cómo debemos construir nuestra piscina de agua salda para que no se derrumbe con el fuerte ir y venir de las olas. ¿Necesitamos un poco más de arena seca allí?, ¿tal vez un poco de la mojada por esta zona?... y eso que pensaba que esto era tan sólo un juego de niños.

1 comentario: